jueves, diciembre 27, 2012

Ser emprendedor


La mayoría de la gente mira la iniciativa empresarial como un proyecto.

Comienzas con una idea, luego la conviertes en algo real, construyes un negocio alrededor de ella. Y todos felices.

Pero ese es el enfoque equivocado. Porque el espíritu empresarial, en el mundo real, no funciona así.

Lo que realmente sucede es que, te haces de una idea, puede que sea un poco de viable, puede que no. Profundizas sobre esa idea, investigas, vas a fondo, creas prototipos, obtienes retroalimentación, pruebas sobre la marcha, mides el interés y valor, y te enteras de que estabas completamente equivocado. Entonces, así, comienzas de nuevo, llegas a una nueva variación, la refinas, modificas, y la pones en manos de la gente, y aprendes que aún está lejos y no cubre las expectativas. Maldices, pateas, gritas, te inquietas, te quejas, lloras, corres, meditas, respiras, cantas, bailas, te quejas un poco más y vuelves a intentarlo.

En algún lugar entre el intento 3 y el intento 1003, te das cuenta que la idea era completamente equivocada, o descubres que estás en lo correcto, y todo empieza a encajar, llega la gente, e intercambia valor por lo que creaste, y empiezas a construir algo real. Hasta que todo se vuelve a quebrar. Lo que va a pasar sin lugar a duda, ya que aún los negocios e ideas más exitosas, llegan al límite de sus estructuras y procesos, e incluso las personas que les dieron origen, llegan a su límite.

El espíritu empresarial no es un evento aislado, ni un proyecto. Lo cierto es que...

El espíritu empresarial es una práctica. Un hábito.

Un hábito del que se obtienen ocasionales recompensas al inicio del proceso, pero que, mucho más a menudo revela los frutos del trabajo en pedacitos, que se suman a asombrosos despertares e impactos a lo largo del tiempo. Como cuando vas al gimnasio. Un hábito y práctica a la que te comprometes. Hasta que dejas de hacerlo. Al igual que los artistas, atletas y cualquier persona que busca obtener un nivel de maestría en cualquier campo.

Y eso es algo en lo que mucha gente se pierde. El espíritu empresarial no se trata sólo de momentos de inspiración, discernimiento o técnicas mágicas. Se trata de construir un nivel de control y maestría sobre la marcha, sobre el mismo proceso de iniciativa empresarial. Por sobre tu capacidad de planificar, pero siempre abiertos y con capacidad de adaptarse a situaciones imprevistas, casualidades favorables, a actuar sin disponer de información completa, leer las dinámicas sociales y mover personas, administrar los recursos limitados, pensando de formas que otros no lo hacen, dispuestos a escuchar y ver cosas que nadie más ve. Algo de lo anterior es natural para algunos. La mayor parte, si no es que todo, se puede fortalecer con el tiempo ... si estás dispuesto a poner el esfuerzo.

Jonathan Fields / http://www.goodlifeproject.com/